Está más que probado que a medida que envejecemos, la actividad física regular es la mejor herramienta para
mantener y mejorar la salud.
Pero muchas veces la falta de autodisciplina puede jugar en contra, así que contar con un entrenador personal puede
ser una gran ventaja, ya que garantiza por un lado, una cierta obligación, y por otro, tener programas adaptados a las
necesidades individuales, sobre todo para minimizar los riesgos. Un profesional puede ajustar la intensidad y
variedad de los ejercicios, asegurando una evolución progresiva y segura. Es, sin duda, una inversión en salud que
puede marcar una gran diferencia en la calidad de vida.
Los múltiples beneficios del ejercicio físico en personas mayores
En primer lugar, el ejercicio mejora la función cardiovascular, reduciendo el riesgo de enfermedades cardíacas y
accidentes cerebrovasculares. A medida que envejecemos, el corazón y los vasos sanguíneos pueden volverse menos
eficientes, pero el ejercicio regular ayuda a mantenerlos en buen estado.
Además, fortalece los músculos y los huesos, combatiendo la pérdida de masa muscular y ósea que suele acompañar
al envejecimiento. Esto es especialmente importante porque la sarcopenia (pérdida de masa muscular) y la osteoporosis
(pérdida de densidad ósea) son problemas comunes en la tercera edad, y el ejercicio puede ser una forma muy efectiva
de prevenirlos o retrasarlos.
Otro beneficio es la mejora del estado de ánimo y la salud mental, ya que la actividad física libera endorfinas,
conocidas como las «hormonas de la felicidad», y esto puede ayudar a combatir la depresión y la ansiedad, dos
problemas que afectan a muchas personas mayores.
Asimismo, puede ser una excelente manera de socializar, ya sea en clases grupales, caminatas con amigos o actividades
comunitarias; esto no solo mejora el bienestar emocional, sino que también ayuda a combatir la soledad, un problema
frecuente en esta etapa de la vida. Mirar los goles de los uruguayos está bien, pero comentarlos en compañía mientras
caminamos, es mucho mejor.
El sueño es otro aspecto que se ve beneficiado por la actividad física, dado que muchas personas mayores tienen
dificultades para dormir bien, ya sea por insomnio o por sueño interrumpido. El ejercicio regular puede ayudar a
regular los patrones de sueño, promoviendo un descanso más profundo y reparador. Esto, a su vez, tiene un impacto
positivo en la energía y el estado de ánimo durante el día.
Otro beneficio importante es que ayuda a regular la presión arterial y a controlar el peso, fundamental para
prevenir la obesidad y sus complicaciones asociadas, como la diabetes tipo 2 y las enfermedades cardiovasculares,
además de reducir la carga sobre las articulaciones.
Hablando de movilidad, el ejercicio es fundamental para mantenerla y mejorarla, y que es bien sabido que a medida
que envejecemos, la flexibilidad y el equilibrio pueden disminuir, y eso aumenta el riesgo de caídas y fracturas; las
caídas son una de las principales causas de lesiones en personas mayores, por lo que cualquier medida que ayude a
prevenirlas es invaluable.
Por último, estudios han demostrado que la actividad física regular puede mejorar la memoria y la función cognitiva,
reduciendo el riesgo de enfermedades como el Alzheimer y otras formas de demencia. Esto se debe, en parte, a que el
ejercicio aumenta el flujo sanguíneo al cerebro y promueve la liberación de sustancias químicas que favorecen la salud
neuronal.