• Saturday, April 27, 2024

El fruto del racismo

Lo que vas a leer es un relato basado en hechos reales que ilustra sobre el rol de las mujeres y las formas que tomaba el racismo en la sociedad uruguaya de comienzos del 900.

23 de diciembre del año 1944. Barrio Sayago. Ciudad de Montevideo

Una mujer les habla a sus tres hijas que están sentadas en el cordón de la vereda. Dirige la mirada la mayor parte del tiempo a su hija menor. Isabel tiene once años y está tan triste como las demás mujeres, sin embargo, es la que más llora porque no logra entender lo que ocurre.

Isabel, hija, ya te lo he dicho. No hagas las cosas más difíciles de lo que ya son para mí. Nosotras no podemos ir. Hemos tenido una despedida familiar íntima, que es lo que verdaderamente cuenta – la consuela Carmen con las pocas fuerzas que le quedan. Las cuatro han tenido unos últimos días agotadores.

El llanto desconsolado de Isabel desgarra el aire matutino, impulsando  nuevas palabras de aliento de Carmen.

Esto de ahora, es la despedida del pueblo, tú misma escuchaste al presidente de Peñarol…. es para que el pueblo se pueda despedir… nosotras ya lo hicimos.

-Carmen tragó saliva, mientras se le agolpaba la angustia en la garganta.-

Hija, no llores. Además, tu hermanito nos va a representar a las cuatro.  Cuando llegue le pedimos que nos cuente cómo fue todo, ¿qué te parece? Tenemos que ayudarnos entre las cuatro… A partir de ahora tendremos que ser aún más fuertes que antes para poder salir adelante.

– Contempló unos segundos el panorama. Las dos hermanas mayores de Isabel se estrujaban las rodillas en silencio. Se acercó y las abrazó lo más fuerte que pudo. Luego, volvió a mirar a Isabel y suspiró antes de comenzar su enésima estrategia de consuelo –

¿Les conté alguna vez cómo nos conocimos con su papá?

–Ya sabía la respuesta así que comenzó a contar la historia de sobrepique, casi sin esperar la reacción de sus hijas. –

Como buenos negros, nos conocimos en un baile de negros. Y de negros “Usted” eh, no de negros “Che”. Ah sí, su tía nos llevaba a esos bailes elegantes porque conseguía las entradas no sé bien cómo. Nos llevaba y nos cuidaba… todita la noche vigilándonos sentada en una silla.

Así cuando empezó a sonar una “maxixa” un negro muy alegre me invitó a bailar. Nunca me voy a olvidar de aquella sonrisa gigante.

– Disfrutó el recuerdo por un instante. Echó un vistazo a su público, parecía tener la respuesta adecuada así que continuó. –

Ah pero la historia de nuestro noviazgo no terminó ahí. Ni siquiera arrancó ahí. Es que ese negro simpático que me había invitado a bailar, empezó a zarandearme por toda la pista al ritmo de aquella maxixa. Tanto es así que la tía se levantó de la silla y lo fue a increpar. Ella ya sabía que detrás de esa cara feliz, había un jugador de fútbol popular así que no le agradó nada aquella escena. Me sacó del brazo y me mantuvo a su lado el resto de la noche.

Y así nos conocimos, aunque no nos volvimos a ver hasta varios años después, en una noche de carnaval, en la que como él estaba disfrazado, no lo reconocí. Solo me enteré el lunes siguiente cuando trabajando en lo de los Ucar – donde me ganaba la vida en aquellos años – la Liria me dijo que pasaba algo raro, que había un negro vestido de punta en blanco esperando algo en la esquina. Finalmente nos dimos cuenta que ese algo era yo. Hizo eso durante días hasta que me animé a bajar y a sentarme a hablar con él. Y eso hicimos todas las tardes hasta que la tía se enteró y me dio la captura con bofetada incluida.

Previo sermón y advertencia de que era un jugador de fútbol popular y andariego, me dijo que si Isabelino quería seguirme cortejando, debería hacerlo domingos, martes y jueves que eran los días que ella podía vigilar.

Así fue nuestro noviazgo.

Años después me enteraría que, justamente aquella noche en que bailamos la maxixa, su padre no estaba tan feliz como parecía. Ese mismo día había llegado de un partido en el departamento de Florida, en el que, a pesar de haber ganado Peñarol con dos goles de él, no había podido participar de los festejos.

En aquel entonces muchas veces se festejaba en clubes de blancos y a él, pese a ser el goleador de aquella tarde, no lo habían dejado entrar. Por eso estaba aquella noche en el baile, despechado, con ganas de celebrar entre los suyos, de sentirse parte. Y por eso siempre, siempre les repito hasta el cansancio que nosotros somos una familia fruto del más puro racismo.

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Este relato está basado en el relato de Isabel, la hija menor de Isabelino Gradín, extraído del libro “Isabelino Gradín. Testimonio de una vida.”

Un día después de fallecido Isabelino, el presidente de Peñarol financió un cambio de ataúd: le compró uno nuevo, más caro y que aquella humilde familia no podía costear, con tapa de cristal para que el pueblo pudiera ver al crack por última vez. Isabelino Gradín falleció un 21 de diciembre, sin embargo, lo enterraron dos días después tras las gestiones del mandatario aurinegro.

Contado por Isabel, eni sus hijas, ni su esposa acudieron al funeral,  porque las mujeres no iban. Quién sí fue, fue el hijo varón y más pequeño de los Gradín.

Pese a que Isabelino Gradín estuvo siempre identificado con Peñarol, en los últimos y humildes días de su enfermedad, fue a iniciativa del presidente del Club Nacional de Fútbol (rival de todas las horas), que se organizó un clásico entre los dos clubes más populares del fútbol uruguayo a beneficio del inigualable deportista. Cuentan sus hijas que con los $5.000 recaudados en aquel encuentro, la familia Gradín-Suárez pudo comprarse la casa de Sayago, donde finalmente fallecería el deportista.

La maxixa es un género musical conocido como el tango brasilero. Tiene su origen en Brasil, una gran influencia africana y estuvo prohibida en las fiestas más elegantes de dicho país hasta el año 1914 cuando la esposa del entonces presidente Hermes da Fonseca, seleccionó una para que fuera interpretada. A partir de allí se popularizó muy rápidamente.

La comunidad afro uruguaya por aquel entonces debió estar especialmente influida por la brasileña. Brasil fue el último país de América en abolir la esclavitud y sobre fines del siglo XIX no son pocas las historias de las valientes mujeres negras que embarazadas cruzan la frontera hacia Uruguay para poder dar a luz niños libres.  

Este cuento forma parte del podcast “El Entretiempo” de Río de la Pelota. Podrás escucharlo aquí en Spotify o en el canal de Youtube ():

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