• Thursday, December 12, 2024

Por la plata baila el monkey

Lo que sigue a continuación es un ensayo sobre el verdadero motivo por el que los ingleses no quisieron participar de los primeros campeonatos del mundo.

Cuentan que el refrán “por la plata baila el mono” nació de la calle, con los antiguos organilleros, músicos callejeros que tocaban el organillo, una suerte de órgano, un antiguo instrumento musical autómata constituido por un órgano de tubos portátil y un sistema mecánico de relojería. Muchos organilleros llevaban un monito atado con una larga cadena, y el animal solía bailar al compás de la música. Al final de su interpretación, el mismo simio pasaba un jarrito metálico para que los espectadores agradecidos tiraran unas monedas. 

En América solemos recurrir a la expresión “por la plata baila el mono” utilzando la acepción de “mono” para referirnos a una persona inmadura, sin voluntad propia, que es manipulada fácilmente por los placeres efímeros.

El fútbol desde su génesis y a todo nivel, ha sido siempre un terreno propicio para tejer telas de araña, para armar estrategias ocultas detrás de actos que tienen otra apariencia y otro motivo explícito. La versión del fútbol que se ha esparcido por el mundo es la creada por los ingleses y perfectamente Sherlok Holmes pudo haber trabajado en un caso de investigación en alguno de sus tantos episodios.

Así por ejemplo cuenta el historiador franco-uruguayo Pierre Arrighi que en su etapa gestacional, FIFA o mejor dicho sus creadores (ya que esta aún no existía como tal como organismo internacional) trató en diferentes ocasiones de unirse a la Federación Inglesa de Fútbol (llamada Fútbol Asociation) solicitando ser aceptada como participante, con el objetivo de unir fuerzas para lograr internacionalizar el deporte, para poder alcanzar entre otras cosas el tan anhelado objetivo de organizar un verdadero campeonato internacional. Un campeonato internacional que se extendiese más allá de las islas británicas que era hasta aquel lejano comienzo del siglo XX, el único que existía.

A juicio de algunos británicos contemporáneos, aquel campeonato entre británicos era el verdadero mundial, sencillamente porque allí jugaban los mejores.

Desde el año 1901, en dichas solicitudes, la FIFA nunca recibió un no. Recibió algo mucho peor. Recibió un “vamos a estudiarlo” acompañado de una cara simpática. Lo que parecía una respuesta esperanzadora de los británicos se transformaba muy lentamente por la vía de los hechos en un nada. Con el correr de los meses y años resurgiría otro nuevo impulso de parte de FIFA para unirse pero también para recibir una respuesta parecida de parte británica. Así fue que unos años después del primer intento se pasaba en limpio de que nunca se había recibido un sí… pero tampoco un no.

Como te decía, este tipo de misterios sin resolver ocurren a menudo en la atmósfera futbolística que parece haber heredado el típico gris de la neblina de Londres. Esto se ha contagiado a otros ámbitos futboleros y se ha transmitido de generación en generación. Así surgen los rumores de expulsiones arregladas, de goles arreglados, de partidos arreglados y hasta de campeonatos arreglados en todas las épocas y a todo nivel.

En todos estos episodios grises hay un factor común: se detectan fácilmente quienes acusan, pero pocos son los acusados que salen a hablar, a confrontar y discutir por el honor de mantenerse limpios. En el mejor de los casos las incógnitas se resuelven solas con el paso del tiempo. Así uno creció escuchando a los mayores diciendo que tal campeonato que ganó tal equipo estaba arreglado, pero lo cierto es que a la hora de contar las estrellas los campeonatos con fama de espurios valen uno igual que los que parecen haber sido ganados en buena ley.  

Así fue entonces que se organizaron los primeros campeonatos de fútbol internacionales sin el privilegio de que los creadores del deporte, los más avanzados futbolísticamente hablando, participaran. Así fue entonces que en la disciplina fútbol en las olimpíadas del 24 y del 28 los ingleses no participaron argumentando que no era moralmente correcto que sus jugadores profesionales, se rebajaran a jugar contra jugadores amateur de otro lado del mundo.

Al principio esta pantalla pudo gozar de cierta credibilidad pero con el correr de los años, el fútbol internacional fue mejorando gracias a la competitividad que se promovía y sin embargo, los británicos seguirían al margen. Recién aceptarían participar de un mundial en el año 1950, varias décadas después de las experiencias olímpicas y de las primeras copas mundiales de fútbol. No participaron de los campeonatos del mundo organizados por la FIFA del año 1924, 1928, 1930, 1934 y 1938. Cinco chances para recapacitar, para que alguno de estos torneos les resultara oportuno, les pareciera interesante jugarlo. Raro, pero no. Los supuestamente mejores del mundo se mantuvieron al margen, no querían jugar.

Así es que fue creciendo otra hipótesis detrás de este movimiento diplomático que acompañaba a esta neblina londinense. Los británicos por aquel entonces eran la mayor potencia mundial, tras la revolución industrial dominaban los mares, el comercio y también la industria bélica entre otras. Era la potencia más temida en el mundo. El fútbol, su propio invento, era un lugar donde los nacionalismos se exacerbaban. Era trasladar las guerras a un terreno más civilizado.

Esta nueva teoría que ganaba terreno en el mundo del fútbol dictaba que los ingleses no querían participar porque tenían temor a perder el trono, temor a perder ese respeto que ellos imponían dentro y también fuera de las canchas de fútbol. No querían arriesgar a cambio de nada, a perder algo que consideraban suyo de antemano.

Todos esos años que siguieron esta nueva teoría fue ganando terreno y los propios ingleses la dejaron correr sin contradecirla nunca pero tampoco sin reconocerla. Era la misma neblina que pudo existir décadas antes cuando eran invitados a formar parte de la FIFA. Solo el tiempo puede responder que tan falaz es.

Sin embargo, la Fútbol Asociation inglesa fue desde su génesis dirigida por un grupo de familias pertenecientes a la aristocracia británica. Este grupo tan poderoso de familias no solo hacía y deshacía en el fútbol, también debió influir incluso desde antes de la creación del fútbol, en las esferas políticas y las cuestiones de Estado de la mayor potencia mundial de aquellos tiempos.

Así como hoy la FIFA es a todas luces un inmenso negocio, el antiguo campeonato mundial exclusivo de las islas británicas, debió serlo también. Unir fuerzas, compartir con la FIFA el privilegio de un campeonato mundial, hubiera sido aceptar repartir beneficios privados de influyentes familias inglesas.

¿Habrán existido a comienzos del siglo XX monos que entendían el inglés? 

En el suspicaz universo político del fútbol, es muy posible que cierta aristocracia inglesa haya movido influencias creyendo que boicoteando los primeros mundiales organizados por FIFA, tendría alguna chance de mantener intacto su negocio. Este cuento forma parte del podcast “El Entretiempo” de Río de la Pelota. Podrás escucharlo aquí en Spotify o verlo en el canal de Youtube:

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