Tabaré Vázquez, Mauricio Macri son ejemplos recientes de la vinculación entre la política y el fútbol en el Río de la Plata. Sin embargo, esta relación de amor-odio tiene más de cien años. En este relato no solo vas a ver que hace mucho que los grandes estadistas descubrieron que el fútbol era una caja de resonancia para llegar a las masas, sino además vas a notar que por más amor que sientan el uno por el otro, muchas veces se vuelve un vínculo tóxico y no logran comprenderse.
Naturalmente los que nacimos en la era maradoniana del fútbol somos proclives a creer que los jugadores rebeldes nacieron con el Diego. Sin embargo, el fútbol desde sus orígenes siempre ha sido un terreno fértil para los desobedientes, para los indomables, los rebeldes de ley y los incomprendidos.
Seguramente porque cierta caprichosidad de las normas y la falta de transparencia de muchas decisiones colman la paciencia de los impacientes que terminan por convertirse en aquellos rebeldes de ley. Pero muy probablemente también porque el fútbol habla un idioma bien diferente a los que se pueden aprender en una clase de lenguas.
Por suerte los indomables han existido desde los orígenes del deporte rey. Así por ejemplo existieron durante las primeras décadas del siglo XX varios proyectos para desbancar a la FIFA de su posición de privilegio.
Sin embargo, estoy convencido que la gran mayoría de las revoluciones que tuvo el fútbol a lo largo de su vida han sido debido a la segunda de las causas mencionadas, a aquello de que el fútbol habla otro idioma y a modo ilustrativo va el relato de hoy.
Resulta que para el año 1912, las relaciones diplomáticas entre la Argentina y Brasil se habían tensado. Fue así que para brindar una señal de distensión, los presidentes de ambos países —Roque Saénz Peña y Hermes da Fonseca— decidieron nombrar a dos ex-mandatarios como ministros plenipotenciarios. Y por eso mismo es que el presidente argentino y el general Julio A. Roca, ex presidente y dominador de la política argentina durante 40 años, viajaron aquel setiembre a Brasil en una visita diplomática para la que se fueron bien preparados para la ocasión.
¿Que cuál era la herramienta diplomática que llevaron? A la selección argentina de fútbol. Sí, como estás escuchando. Para reconstruir las relaciones diplomáticas, las máximas figuras políticas de aquel entonces organizaron una gira por las principales ciudades de Brasil con sus mejores cancilleres: la selección.
El fútbol en aquel entonces era un símbolo del progreso económico y Argentina en ese sentido era un modelo para muchos por aquel entonces. Por eso mismo los grandes estadistas utilizaban el deporte rey con fines diplomáticos.
Como te adelanté, para entonces el fútbol del Río de la Plata estaba incuestionablemente más avanzado que el brasileño y por lo tanto aquella gira diplomática contra las selecciones estaduales de San Pablo y de Río de Janeiro terminaría con un saldo de 7 partidos jugados, de los que Argentina ganaría 6 y perdería 1 con 36 goles a favor y 11 en contra.
Aquella gira comenzaría en San Pablo para jugar luego los últimos partidos, los más importantes diplomáticamente hablando en lo que para entonces era la capital política de Brasil, Río de Janeiro.
El segundo de aquellos encuentros disputados en Río, se hizo a estadio lleno y estuvieron presentes las máximas autoridades de ambos países.
Había terminado el primer tiempo y como era de esperar, Argentina estaba tres a cero arriba en el tanteador y aquello era un verdadero baile.
La leyenda cuenta entonces que el general Roca bajó a los vestuarios para felicitar a sus futbolistas, y para recordarles que esto era una visita diplomática y que por lo tanto había que ser justamente más diplomáticos. Que aquello era una fiesta y que no era justo que los brasileños perdieran el partido.
En una recordada entrevista que diera uno de aquellos sportmans argentinos años después, replicaría la inolvidable sugerencia que les hiciera el General Roca:
Hay que dejarlos ganar. ¡Háganlo por la paz de América, muchachos!
La leyenda cuenta que uno de estos tipos que te digo que manejan mejor el idioma fútbol que el castellano, el zaguero Juan Brown le respondió mientras se ataba los cordones de los zapatos en un lenguaje futbolístico seguramente difícil de entender para el mandatario:
En otra voz:
“General, la política es la política y el fútbol es el fútbol.”
El resultado final aquella tarde fue de cinco goles a cero.
Así como más recientemente Tabaré Vazquez o Mauricio Macri se convirtieron en presidentes de las respectivas repúblicas del Río de la Plata tras impulsar carreras políticas siendo dirigentes de fútbol, José Batlle y Ordóñez o el propio general Julio A. Roca descubrieron hace más de un siglo atrás, que tanto en Argentina como en Uruguay, meterse en el fútbol era una catapulta para llegar a las masas.
Sin embargo, este deporte que a simple vista puede resultar tan sencillo ha demostrado en reiteradas ocasiones que habla un idioma propio y que maneja códigos no tan extrapolables a otras áreas.
La presente anécdota fue extraída del libro “Alumni. Cuna de campeones y Escuela de Hidalguía”
Este cuento forma parte del podcast “El Entretiempo” de Río de la Pelota. Podrás escucharlo aquí en Spotify o en el canal de Youtube.